Por Felipe Aizpún
Grassé nos ha visitado ya en estas páginas y seguirá haciéndolo toda vez que sus aportaciones no sólo científicas, sino también su visión profundamente filosófica de la vida y de los seres vivos resulta una luminaria imprescindible en un mundo científico ensombrecido por el cientificismo y el fisicalismo más extremos. Sus interpretaciones del proceso evolutivo como una cadena orientada de eventos hacia un resultado predeterminado es de una extraordinaria lucidez y nos detendremos en ese tipo de consideraciones con cierta frecuencia.
Hoy quiero traer a colación un ejemplo más de la extraordinaria lucidez de este científico francés, desgraciadamente insuficientemente reconocido y valorado, a pesar de la grandeza de su figura científica e intelectual, por su profundo escepticismo hacia el paradigma darwiniano imperante. Se trata de su faceta de precursor de la crítica al citado modelo basada en el concepto de complejidad irreducible. Como es bien sabido, este concepto ha sido desarrollado en el seno del debate contemporáneo por Michael Behe en su obra “La caja negra de Darwin”. Behe es uno de los proponentes principales del movimiento Diseño Inteligente y este argumento se ha convertido en la pieza principal de su discurso. Es por ello que las críticas al argumento se amparan a menudo en la descalificación habitual de que todo discurso “creacionista” o que postula algún tipo de significación trascendente debe ser desestimado por anticientífico.
Sin embargo y como es bien sabido, el trabajo de Grassé carece por completo de implicaciones trascendentes, se mueve por el contrario en el ámbito estrictamente naturalista y desecha de raíz cualquier recurso a una causalidad sobrenatural como recurso explicativo de los acontecimientos históricos en la Naturaleza. Por supuesto eso no quiere decir que Grassé encuentre explicaciones suficientes en el ámbito de lo natural para todos los enigmas a los que nos enfrentamos, pero sí quiere decir que sus argumentos y reflexiones se asientan de forma inapelable en el seno del discurso racional.
Es por eso que algunos de sus argumentos adquieren especial relevancia. Su libro “L´Évolution du Vivant” data de 1973, se publica por tanto un cuarto de siglo antes de la aparición de la obra de Behe y contiene algunos párrafos indiscutiblemente precursores del argumento que posteriormente elaborara éste de manera definitiva. No sólo eso, el ejemplo principal que propone Grassé adquiriría especial popularidad también a través de la obra de Behe: la complejidad irreducible del sistema de coagulación de la sangre. Por supuesto, la denominación “complejidad irreducible” es una afortunada aportación de Behe pero el concepto se entiende perfectamente presente en el relato de Grassé quien se refiere a este mecanismo como un fenómeno altamente complejo al que los biólogos (de su tiempo) no parecen haberle dedicado mucha atención.
En caso de una herida o un corte, nos dice Grassé, la sangre que entra en contacto con el borde de la herida, es decir, con los tejidos dañados, provoca una reacción en cadena que termina con la provocación de un coágulo. Esto es sólo posible porque preexisten en la sangre agentes reactivos o sus precursores cuya función es coagular determinadas proteínas del plasma sanguíneo. Grassé no profundiza en la descripción del proceso, Behe en cambio, lo hace de forma detallada poniendo de relieve la fascinante complejidad del proceso.
Veamos cómo interpreta Grassé este fenómeno:
“Este proceso forma un todo único; si faltara una sustancia, si una enzima estuviera afectada, el sistema no funcionaría. Uno no ve cómo puede haberse formado por sucesivos eventos fortuitos aportando una proteína o una enzima en orden aleatorio. Además, sabemos que los efectos de las mutaciones en el sistema son desastrosas y constituyen el más extenso capítulo en patología sanguínea.
El sistema ha devenido funcional sólo cuando todos sus componentes han coincidido juntos y se han ajustado los unos a los otros. La hipótesis darwiniana nos obliga a postular un período preparatorio durante el cuál la selección actúa sobre algo que, fisiológicamente hablando, todavía no existe.”
Y en otro pasaje añade una reflexión que permanece firmemente asentada en el discurso contemporáneo de los escépticos del darwinismo, y que para algunos alimenta poderosas sospechas de diseño en la Naturaleza:
“Por eso ahora debemos volvernos hacia los darwinistas y preguntarles: ¿Habéis visto alguna vez una mutación que afecte simultáneamente a dos componentes separados del organismo produciendo estructuras que encajan entre sí de forma precisa? Decidnos, ¿habéis contemplado tres, cuatro o cinco mutaciones simultáneas con estructuras complementarias produciendo efectos coordinados?”
Estas reflexiones nos llevan a entender un poco mejor la naturaleza del mensaje del Diseño Inteligente. La crítica al escenario darwinista de la evolución es meramente científica y puede ser compartida desde muy diversas perspectivas. La inferencia de diseño es una propuesta complementaria que necesita su propio discurso de justificación, no por exclusión, sino como una argumentación positiva que nace de la comprensión integral del fenómeno de la vida y de su complejidad organizacional.
Nuestro sistema de coagulación incluye una enzima llamada factor IX cuya ausencia provoca hemofilia B. También incluye una proteína llamada factor VIII cuya ausencia provoca hemofilia. Según Grassé, son partes imprescindibles del sistema de coagulación, así que nuestro sistema de coagulación no ha podido evolucionar de formas más sencillas porque estas supuestas formas más sencillas no pueden ser funcionales.
Estos dos factores están considerados por Behe y otros proponentes del diseño inteligente como componentes de un “núcleo” irreduciblemente complejo en el sistema coagulatorio (esto es, el sistema tiene algunos componentes que son dispensables, pero existe un núcleo de componentes interdependientes e imprescindibles para la funcionalidad, y los factores VIII y IX son parte del mismo)
Pero existen peces cuyo sistema de coagulación les funciona estupendamente y no tienen ni el factor IX ni el factor VIII.
Genomic evidence for a simpler clotting scheme in jawless vertebrates
Si versiones más sencillas de un sistema no funcionan, entonces ese sistema no ha podido originarse por evolución. Pero si hemos visto experimentalmente versiones más sencillas de un sistema funcionando bien, como en este caso de la coagulación de la sangre, es fácil para la evolución construir sobre ellas añadiendo factores gradualmente.
El ejemplo de las lampreas ilustra que el que en un sistema existan componentes imprescindibles no implica de ninguna manera que sea imposible encontrar versiones más sencillas perfectamente funcionales y sin embargo con varios componentes clave ausentes. La explicación a esta aparente contradicción es sencilla: esos componentes son “clave” para nosotros. No son clave para las lampreas. Partiendo de un sistema de coagulación sencillo y funcional como el de estos peces, es posible para la evolución añadir componentes y establecer interrelaciones nuevas, porque, tal y como dice Behe, “la selección natural siempre opera con sistemas que ya se encuentran funcionando”.
Estimado José. Gracias por tu comentario que a diferencia del comentario “jajaja” de un post anterior más basado en la burla y la descalificación que en el argumento, el tuyo, así como el de otros foristas que contribuyen con sus valiosos comentarios, honra a este blog con su altura y fundamento. Este tipo de comentarios son los queremos en este foro.
El argumento que planteas es el que con frecuencia se propone como respuesta a la tesis del DI. Parte del presupuesto de que existe una evolución filética en la cual unos organismos proceden de otros de tal modo que los nuevos seres pueden incorporar organismos más funcionalmente complejos. Si en otras especies encontramos mecanismos con la misma función, aunque con diferencias de complejidad, ello permite esperar que unos procedan de otros incorporando mejoras funcionales producto de la evolución. La complejidad irreductible es pretendidamente rebatida proponiendo que existen otros mecanismos funcionalmente similares en otras especies que no incorporan los componentes que si son básicos en la de una en concreto tal como bien señalas.
Aquí el gran problema es que el modelo del DI y la Teoría sintética son radicalmente diferentes.
Recordemos que el DI, dicho con claridad y sin pelos en la lengua, nos dice que los taxones superiores son producto de una creación (aunque muchos se intimidad con el uso de dicha palabra). En este sentido todo gen, proceso y mecanismo común entre especies, de los que hay muchísimos, no proceden de una evolución filética, sino de una reutilización de elementos funcionales tal como también lo hace la ingeniería humana.
Para explicarlo mejor veamos como ejemplo de este modelo el realizado en la industria automotriz. Todos los automóviles tienen muchos elementos funcionales comunes, pero no todos funcionan con los mismos algoritmos y mecanismos. Se puede en base a sus carrocerías y mecánica hacer un árbol filomecánico que pretenda decirnos cuales son los antecesores conceptuales de otros sin que esto signifique que desciendan unos de otros. Un Volkswagen escarabajo no tiene radiador, sino un sistema de refrigeración por aire. Para los automóviles con radiador este es un componente esencial ya que si andamos con un automóvil sin radiador al poco tiempo se fundirá el motor. Pero el que exista un automóvil que puede funcionar sin radiador no invalida la complejidad irreductible del otro motor.
Lo que pretendo decir con este ejemplo es que dichos argumentos refutarían al DI si aplicamos el modelo filogenético como el hecho real acaecido en la historia de la vida. Pero el DI parte de un modelo distinto de creación en paralelo y no en cascada como propone la Teoría Sintética. Por ello para alguien que lo ve desde la perspectiva del DI, los genes comunes no son fruto de una ascendencia común hasta el origen de la vida, sino de una creación con elementos, procesos y mecanismos comunes.
Ahora algunos dirán, dada la bochornosa violación del naturalismo que supone este modelo, que procede de los prejuicios metafísicos de los proponentes en el DI, pero realmente hay indicios claros tanto en la evidencia procedente de la genética como del registro paleontológico que apuntan en dicha dirección. En todo caso con esta breve respuesta no es posible responder adecuadamente a tu comentario. Ello amerita todo un post o incluso una serie de ellos dados los numerosos puntos y evidencia que intervienen en la dilucidación de este interesante tema.
Buenas, Cristian Aguirre.
No he partido de ningún presupuesto, sino del concepto de complejidad irreducible de Behe, que teóricamente es completamente razonable. Behe dice acertadamente que la selección natural sólo puede trabajar sobre sistemas que ya están funcionando de por sí. También dice acertadamente que si un sistema tiene complejidad irreducible, entonces, por definición, todos sus posibles subconjuntos o versiones más sencillas deben ser no funcionales (de lo contrario, el sistema sería reducible), así que la selección natural no puede formar sistemas con complejidad irreducible. De acuerdo.
Lo único que he señalado es que el sistema de coagulación de la sangre no tiene complejidad irreducible, porque se han encontrado versiones más sencillas funcionando en la naturaleza.
Lo principal es que aquí se ha dicho que nuestro sistema de coagulación tiene complejidad irreducible. Yo he señalado los factores VIII y IX como componentes clave de nuestro sistema de coagulación porque cuando están ausentes, nos provocan enfermedades letales como la hemofilia. Siguiendo la idea de complejidad irreducible, dado que estamos viendo un sistema donde los factores VIII y IX son imprescindibles, no deberíamos poder encontrar una versión más sencilla en el que esos dos factores no estén. Y sin embargo, se ha encontrado.
El fallo que comete Behe está en decir que, al haber componentes imprescindibles, todos ellos han debido ser insertados al mismo tiempo en el sistema. Con este ejemplo vemos que eso no es cierto. Los factores VIII y IX pudieron haber sido anexionados a una versión sencilla del sistema (que ya sabemos que puede existir completamente funcional porque tenemos el ejemplo de las lampreas) y luego, una vez dentro, desarrollar interdependencias que los convirtieran en imprescindibles.
Creo que tengo que aclarar una cosa. Aquí lo único que estoy ofreciendo es un contraejemplo. Si un sistema tiene complejidad irreducible, entonces no hay versiones más sencillas que funcionen y por tanto es imposible que ese sistema se haya formado por evolución, porque la selección natural sólo puede trabajar sobre cosas que ya están funcionando.
Lo único que he hecho es ofrecer un ejemplo de que el sistema de coagulación no tiene complejidad irreducible porque se han encontrado versiones más sencillas que funcionan, versiones sobre las cuales la selección natural sí puede trabajar.
Hola Jose,
Gracias por tu entrada.
Comparto contigo lo siguiente:
http://www.evolutionnews.org/2009/08/ken_miller_attacks_a_straw_man024141.html
http://www.arn.org/docs/behe/mb_indefenseofbloodclottingcascade.htm
Saludos,
–Mario
Hola Jose
No cabe duda de que discutir la complejidad irreducible de un sistema tan complicado como el de coagulación de la sangre excede los límites de un comentario, y no digamos nada si nos metemos en sistemas más complejos. El propio Grassé señalaba en su libro mencionado lo siguiente: “Un modelo aún más demostrativo sería el sistema inmunológico, pero incluso una descripción reducida habría recargado un texto ya de por sí pesado”
Tu puntualización es muy correcta, sin embargo hay que considerar que el que existan distintas soluciones funcionales para un mismo sistema biológico no implica que no se pueda defender que el sistema más avanzado sea irreduciblemente complejo con relación al anterior, si las modificaciones que exige esa transición implican distintas variaciones simultáneas cuya ocurrencia fortuita al mismo tiempo, sin conexión ni intencionalidad, resulte razonablemente poco convincente.
Hay que tener en cuenta que la selección natural, no es algo de lo que se pueda hablar como una fuerza o un principio rector del cambio, sino en todo caso, como un resultado en términos de supervivencia. Lo que desde luego no hace la selección natural, en mi opinión, es justificar la aparición simultánea de las mutaciones necesarias para salvar la distancia en términos funcionales y organizativos de dos sistemas relacionados.
Felipe, dices: “si las modificaciones que exige esa transición implican distintas variaciones simultáneas”. Debes comprender por qué Behe sostiene que para que estos sistemas aparezcan, es necesaria la aparición simultánea de todos los componentes clave. Behe dice que los componentes deben aparecer a la vez porque todos los subsistemas más sencillos no pueden ser funcionales. Por eso Behe defiende que los sistemas que él llama irreduciblemente complejos no pueden haber surgido por evolución, porque los pasos intermedios más sencillos supuestamente no funcionan.
El sistema de coagulación de las lampreas es un contraejemplo a este razonamiento. Nuestro sistema de coagulación tiene elementos interdependientes e imprescindibles (sufrimos enfermedades graves si faltan), y sin embargo existen versiones más sencillas en la naturaleza. Se ha observado directamente que existen versiones más sencillas. Por tanto, a la vista de este contraejemplo, vemos que el hecho de que un sistema tenga partes interdependientes e imprescindibles no nos dice nada acerca de cómo ese sistema ha llegado a formarse en un principio.
En El Origen de las Especies Darwin declaró:
“Si se pudiera demostrar que existió un órgano complejo que no podría haber sido formado por numerosas, sucesivas modificaciones, leves, mi teoría se desmoronaría”.
Según Darwin, la evolución requiere que los sistemas, o sus sub-partes , sean funcionales a lo largo de cada pequeño paso de su evolución al sistema final. No obstante, se podría encontrar una sub-parte que podría ser útil fuera del sistema final, y sin embargo todo el sistema seguiría afrontando muchos puntos a lo largo de una vía evolutiva donde no podría seguir funcionando a través de “numerosas y sucesivas, ligeras modificaciones” que sería necesario para su evolución gradual.
Jose, no creo que Behe pusiera ninguna objeción al argumento en los términos en que yo lo he expresado. De hecho Behe conoce de sobra la existencia de estructuras más sencillas para soluciones biológicas funcionales determinadas. Pasa lo mismo con el órgano de la visión. Es sabido que existen estructuras más sencillas que permiten distintos grados de visión, pero eso no altera la reivindicación del carácter de complejidad irreducible del ojo de los mamíferos (o de los cefalópodos) en relación a esas otras estructuras, ya que la transición de un modelo a otro es demasiado grande para poder imaginar se realice mediante mutaciones aleatorias. No olvides que Behe es un evolucionista convencido. Esas transiciones, sin emabrgo, superan lo que resulta razonable pensar que se haya producido por procedimeintos estrictamente nnaturales. Dembski lo explica de la siguiente manera: el que la isla de Hawai esté en mitad del Pacífico no permite reclamar que se puede ir andando desde América hasta Australia.
Jose,
Hay dos cosas que se pierden en el debate sobre la evolución de los sistemas biológicos complejos. La declaración de Darwin y la definición de un sistema que se dice exhibir una complejidad irreductible. Primero el criterio de Darwin para derrotar su teoría. El declara:
Aquí, Darwin nos dice que la parte más fundamental de su teoría es que los cambios transformativos sean leves y numerosos. Es decir, no se pueden dar “saltos” transformativos de un sistema complejo a otro. Esto, para Darwin, es hacer trampa y señalaría que el sistema puede ser de origen divino.
Ahora, Behe define su criterio de tal manera que las gradaciones que Darwin requiere sean realmente imposibles, ya que todos los sistemas que dependen en varias partes interactivas son, por definición, irreductiblemente complejas. Behe declara:
Dembski toma el criterio de Behe un paso adelante y refina su definición de esta manera:
Así que, por ejemplo, una bicicleta exhibe complejidad irreductible, porque aunque se le remuevan partes que no son indispensables (reflectores, asiento, o un tapón de válvula), el sistema no resulta en falla funcional básica. Pero si se remueve una parte esencial (parte del núcleo irreductible), tal como el manubrio, una llanta, o los pedales, la función básica cesa de trabajar.
Claramente, una bicicleta se construye de arriba (por sus planos) hacia abajo (a su construcción). En la teoría Darwiniana se supone que una estructura/sistema, digamos de un motor biomolecular como el flagelo bacteriano, se construyó de abajo para arriba, es decir, que “evoluciono” a su estructura funcional final sin plano o, en efecto, sin propósito. En este escenario evolutivo, cada grado debe ser funcional, pero en el caso del diseño, la ingeniería de un diseñador no depende en gradaciones leves, y los saltos son permitidos (aunque no necesarios).
Felipe, según Behe, la dificultad que la complejidad irreducible plantea a la formación de estructuras con componentes interdependientes no está en que la “transición de un modelo a otro” sea grande o pequeña, sino en que cualquier subsistema es, por definición, no funcional:
“An irreducibly complex system cannot be produced directly by slight, successive modifications of a precursor system because any precursor to an irreducibly complex system that is missing a part is by definition nonfunctional. An irreducibly complex biological system, if there is such a thing, would be a powerful challenge to Darwinian evolution.”
(Behe, Darwin’s Black Box)
Sin embargo, el ejemplo de las lampreas contradice esto: el sistema de coagulación tiene distintos componentes interdependientes, entre ellos los factores VIII y IX, que cuando nos faltan nos provocan enfermedades letales (es decir, Mario, que forman parte de ese núcleo, como ya dije en mi primer comentario aquí), y sin embargo existen versiones funcionales más sencillas sin esos factores. Siguiendo la cita de Behe, el sistema de coagulación de las lampreas no debería existir. Una vez más, este contraejemplo muestra que el que algo se componga de distintas piezas interdependientes no nos permite decir nada acerca de cómo se formó ese sistema en un principio. Sólo nos permite describir cómo es ahora, una vez que ya está formado.
Jose,
Me parece que no estamos en desacuerdo. Mira aquí como Behe explica donde se demarca el sistema de coagulación como un sistema que exhibe complejidad irreductible:
Diagrama:
Extrinsic-Intrinsic Pathways
Referencias
Ken Miller’s Only a Theory Misquotes Michael Behe on Irreducible Complexity of the Blood Clotting Cascade
In Defense of the Irreducibility of the Blood Clotting Cascade:
Response to Russell Doolittle, Ken Miller and Keith Robison
Jose, has expresado: “Una vez más, este contraejemplo muestra que el que algo se componga de distintas piezas interdependientes no nos permite decir nada acerca de cómo se formó ese sistema en un principio. Sólo nos permite describir cómo es ahora, una vez que ya está formado”. Es precisamente alli donde la teoría darwiniana se queda muda, pues es imposible, empiricamente hablando, pasar de una lamprea a un humano, por muchas modificaciones y manipulaciones genéticas que se realicen. Behe, con todo su mundo evolucionista, se pudo dar cuenta que es imposible que de lo sencillo se llegue a lo complejo por simple azar o fuerzas fortuitas de la naturaleza. Es imposible que al pasar un tornado por una chatarrería deje como resultado un vehículo nuevo en perfectas condiciones de uso, internas y externas. Behe lo que expresa es que hay diseño detrás de todo el complejo mundo que nos rodea, en especial en cada función de nuestro organismo.