ago 302012
 

Cristian Aguirre

En un oscuro desván yace olvidado desde hace muchos años una carta. Desde que fue dejada por primera vez lleva acumulando tanto tiempo como polvo y desde luego no ha sido desdeñada de recibir la inquieta visita de una voraz polilla cuyas preferencias culinarias incluyen la celulosa del papel. Ya hace mucho tiempo que se evaporaron las lágrimas que cayeron sobre su superficie, una superficie que por cierto estaba plagada de extravagantes trazos de tinta negra poblando su superficie.

Para la polilla estos trazos no significan realmente nada salvo un ligero cambio de sabor en su preciado menú. Por eso, desde que la encontró, no ha dejado de producir tantos agujeros en la carta que muchos de aquellos trazos de tinta, que en el pasado fueron capaces de producir tantas lágrimas, han dejado de existir.

Pero ¿Qué extraña magia hace posible que algunos trazos de tinta negra sobre un papel sea capaz de producir semejante emoción?

¿Por qué un ser humano puede tener fuertes reacciones emocionales ante la visión de unos trazos de tinta sobre un papel y no la polilla? ¿Qué los diferencia en este caso?

A diferencia de la polilla, el lector humano es capaz de hallar SIGNIFICADO en aquellos trazos de tinta que no son de formas azarosas, sino que más bien poseen formas específicas que llamamos SÍMBOLOS. Estos símbolos representan la abstracción de una idea. Para el caso de las letras representan las piezas necesarias para construir los fonemas de un idioma humano de tal modo que, cuando se concatenan, pueden formar palabras que a su vez son abstracciones también de ideas con significado.

Si la polilla no se emocionó con el mensaje expresado en los trazos de tinta, no fue porque no pudiera emocionarse (y aquí no nos interesa tratar el tema sobre si las polillas son seres sentimentales), sino simplemente porque no halló ningún significado en ellas. Eran comida y punto. Es verdad que también podríamos invocar la diferencia de inteligencia entre este pequeño insecto y un ser humano como causal de esta incapacidad de interpretación, aunque ello sería algo injusto ya que si la carta estuviera escrita en un idioma que no pudiera interpretar el lector humano sería así tan estéril en significado como lo fue para la polilla.

¿Sería posible que nosotros los seres humanos estemos como la polilla también comiendo despreocupadamente grandes trozos de información con significado y en cantidades verdaderamente astronómicas sin darnos cuenta? Continúe leyendo »

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jun 172011
 

Por Cristian Aguirre

Recientemente uno de nuestros foristas nos remitió un enlace de un articulo escrito por Douglas Theobald (1) titulado: “La Muller en dos pasos: Agregar una parte, hacerla necesaria o Por qué la complejidad irreductible de Behe es una tontería”. En dicho artículo se hace referencia a la propuesta para la solución del origen de los sistemas complejos biológicos formulada por el genetista y premio Nobel de principios del siglo XX HJ Muller. De acuerdo al autor la solución es sumamente fácil y se pude exponer en el gráfico adjunto:

Tenemos al principio un grupo de componentes tales como 3 rocas en fila, luego se añade una loza en su parte superior (o más bien cae desde un cerro adyacente encima de las tres rocas ya que se supone que nadie lo debe colocar allí) y extrayendo la roca de en medio (no importa cómo) nos queda un puente con complejidad irreductible ya que si le quitamos una roca de apoyo ya no se puede usar el puente.

Analicemos ahora este argumento en 2 etapas:

1. Anterior al origen de la vida.
2. Posterior al origen de la vida.

Analizaremos en este post el razonamiento de Muller para la primera etapa dejando el análisis del segundo para los post siguientes Continúe leyendo »

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