Felipe Aizpun
Wolfgang Smith se graduó por la Universidad de Cornell en 1948 en física, matemáticas y metafísica y ha proseguido sus inquietudes intelectuales a lo largo de toda su carrera compaginando su quehacer profesional con el estudio y redacción de libros de gran interés. Como ingeniero trabajó en la Bell Aircraft Corporation y es conocido por haber aportado importantes soluciones que permitieron a la postre hacer viables los viajes interespaciales. Como teórico y enseñante en las Universidades de UCLA y Oregon ha colaborado ampliamente en el desarrollo de la geometría diferencial y la física cuántica. Ha publicado diversos trabajos de entre los que sobresalen libros como “Cosmos and Transcendence: Breaking Through the Barrier of Scientistic Belief”, “The Quantum Enigma: Finding the Hidden Key” o “The Wisdom of Ancient Cosmology: Contemporary Science in Light of Tradition”. A algunas de las propuestas de este último libro de 2004 nos vamos a referir más detalladamente.
Smith incide en su libro exactamente en las mismas cuestiones suscitadas por Pigliucci en el artículo que comentábamos en el post anterior: la insuficiencia del modelo explicativo propio de la modernidad ante los nuevos datos aportados por la física cuántica y la necesidad de una ontología capaz de acomodar estas observaciones. La visión reduccionista contemporánea, nos dice Smith, no es un dato aislado; por el contrario, se sustenta en las limitaciones inherentes a las premisas epistemológicas de la ciencia moderna. Y estas limitaciones proceden del postulado de bifurcación establecido por Descartes entre “res extensa” y “res cogitans”, lo que nos obliga a reinterpretar la realidad al margen de este postulado consagrado hace más de tres siglos.
Esta reinterpretación no es otra cosa, por tanto, que asignar de nuevo a las cosas perceptibles existentes (realidades corpóreas) una realidad objetiva al margen del sujeto pensante, unas cualidades esenciales que les pertenecen de manera objetiva, recuperando así una visión esencialista tradicional. El acto de conocer, nos dice Smith siguiendo a Whitehead, no puede ser reducido a un proceso natural, o al mero “ser”. Ser, implica en última instancia “poder ser conocido”. El acto de conocer no es por tanto un proceso de naturaleza espacio-temporal sino una aprehensión instantánea, “fuera del tiempo”.
Una “nueva” ontología tiene que enfrentarse al hecho de la existencia de dos dimensiones diferentes de la realidad, que Smith caracteriza como el mundo corpóreo por un lado, el mundo de las cosas perceptibles, y el submundo de lo estrictamente “físico” por otro, es decir, el ámbito de las estructuras definibles matemáticamente al que nos asoma la física cuántica y que supone la dilución de la materialidad en un ámbito de estructuras y procesos caracterizados por la dualidad, la superposición y como consecuencia, por un indeterminismo relativo.
Smith nos propone la “revolucionaria” idea de la necesidad de recuperar la metafísica tradicional para poder comprender y asumir los nuevos datos de la física cuántica. Se apoya para ello nada menos que en Heisenberg quien ya, en sus “Gifford Lectures” de 1956 dedicó una atención especial a la necesidad de encajar los nuevos datos de la física cuántica, sus resultados experimentales y sus construcciones teóricas, en un marco epistemológico y ontológico adecuado, es un modelo filosófico que aportara un principio fundamental de la realidad y la estructura del mundo material. Según Heisenberg las llamadas “funciones de onda” establecidas como concepto explicativo de las observaciones aportadas por la física cuántica constituirían “una versión cuantitativa del viejo concepto de potencia de la filosofía aristotélica” y los objetos cuánticos serían “una extraña clase de entidades físicas a medio camino entre posibilidad y realidad”. La realidad material por tanto, cunado queremos aprehenderla en su esencia más íntima, escapa a nuestra capacidad racional de comprender como el agua del cesto del conocimiento. Esta visión metafísica que nos sugiere Smith contiene indudablemente elementos para comprender la realidad y el indeterminismo propios del mundo cuántico mucho más consistentes que la caracterización de los eventos desde la mera entronización del esquivo y magicoide concepto de “azar” a la categoría ontológica de causa. Continúe leyendo »
