ago 072012
 

Felipe Aizpún

Dos perspectivas filosóficas de la realidad.

Dos modelos filosóficos se disputan las preferencias de nuestra clase intelectual, el que denominaremos modelo clásico y el que nombraremos modelo moderno. El modelo clásico es básicamente esencialista; se sustenta por tanto sobre la convicción de la existencia real de los universales, y defiende la posición metafísica de que todas las cosas de este mundo tienen una esencia o una naturaleza que determina su identidad. La idea de forma sustancial constituye un principio fundamental en el modelo esencialista. Platón, como sabemos, postulaba la existencia real de las formas ideales al margen de los sujetos particulares que no eran sino sombras o reflejos de aquellas formas supremas. El esencialismo clásico, superada esta concepción platónica, se asienta en la idea aristotélica de un realismo moderado, según la cuál las esencias tienen una existencia real pero sólo en los individuos particulares, donde se concretan tanto la forma o arquetipo como la materia que carece igualmente de realidad tangible al margen de los sujetos particulares, ya que en la concepción aristotélica la materia, como sabemos, no es sino un principio causal, una potencia que no se concreta en acto sino a través de las cosas realmente existentes.

El modelo clásico recoge las aportaciones a la filosofía de la Naturaleza de la tradición aristotélica y la escolástica. En especial, incorpora la idea de la distinción entre potencia y acto con la que Aristóteles superó la perplejidad de sus contemporáneos en relación a la idea del movimiento y el cambio en relación al ser, así como el principio de causalidad final, la idea de la forma sustancial y la materia como potencia, la idea de las causas eficientes, la distinción entre causas primeras y segundas, el principio mismo de causalidad posteriormente redefinido como principio de razón suficiente, y en definitiva todo un arsenal de herramientas conceptuales que permitían establecer un puente entre el conocimiento experimental de la realidad y los principios de la metafísica entendida como ciencia del ser en cuanto ser. Continúe leyendo »

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ago 012012
 

Felipe Aizpún

De artefactos y entes naturales.

Pero hay otra crítica en el trabajo del profesor Collado que conecta también íntimamente con la exposición de Arana en la conferencia que da origen a esta serie y que merece ser atendida. Se refiere a los trabajos de Michael Behe y a su exposición de las características específicas de la maquinaria molecular puestas de relieve por la microbiología contemporánea, y que incluyen por supuesto sus apreciaciones en torno a la condición de complejidad irreducible de muchos de estos sistemas funcionales. De forma en cierto modo sorprendente Collado califica estas propuestas de Behe como de “abiertamente mecanicistas” y aduce que pretendería explicar todo lo que acontece en base a los elementos componentes de un sistema y sus interacciones según una perspectiva descrita como “bottom-up”.

El artículo de Collado se enmarca en una cierta visión crítica del DI y más concretamente de los argumentos tradicionales de diseño al estilo de Paley que nos ofrece habitualmente un destacado filósofo tomista norteamericano, Edward Feser (en la imagen), autor de libros que han alcanzado un cierto reconocimiento como “Aquinas” o “The last superstition”. Vaya por delante que sus opiniones han encontrado amplia
respuesta en otros autores también tomistas y convencidos proponentes del DI como Jay Richards, Vincent Torley o Thomas Cudworth. Aunque ambas críticas (la de Feser y la de Collado) descansan sobre el carácter maquinístico de los artefactos moleculares y la composición del todo por sus partes en las formas vivas, las matizaciones de uno y otro son importantes por lo que requieren comentarios separados. Continúe leyendo »

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jun 072011
 

Por Felipe Aizpún

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Cada vez que uno se manifiesta públicamente como escéptico del darwinismo corre el riesgo de verse sometido a una crítica sarcástica y despectiva, como si fuese un espécimen inculto e ignorante; se da por hecho que uno está negando el hecho evolutivo de plano y abogando por un creacionismo puro y duro en el que las especies, como si de un espectáculo circense se tratara, han ido apareciendo en sus hábitat respectivos como los conejos de la chistera de un mago de feria. La confusión por supuesto proviene de una imposición interesada ya que se ha pretendido, desde hace tiempo, que cualquier indicio que apunte a consolidar intuiciones en torno al hecho evolutivo deba ser asumido necesariamente como prueba de la consistencia de la hipótesis darwinista. Para el ciudadano de a pie evolución y darwinismo se identifican y este es un malentendido que debe ser aclarado.

El evolucionismo como intuición en relación a la aparición de las diferentes formas vivas es una idea ancestral y se remonta a los inicios del pensamiento clásico. Se trata de una línea de especulación presente ya en los trabajos de Anaximandro o Lucrecio (en su célebre poema “Sobre la Naturaleza”), y que algunos consideran está igualmente presente en la literatura oriental más arcaica en el seno del hinduismo o el taoísmo. En el siglo XVIII fue un tema abundantemente discutido en la literatura científica y en especial en el ambiente intelectual y renovador de la Francia ilustrada. Dos teorías antecesoras del darwinismo se construyeron así, el mutacionismo o saltacionismo y el transformismo gradual lamarckista.

Pierre Louis Moreau de Maupertuis fue un filósofo, matemático y astrónomo francés que vivió entre 1698 y 1759. Paradigma del hombre ilustrado, se ocupó de gran variedad de asuntos y propició el desarrollo de visiones racionalistas y naturalistas frente a intuiciones irracionales y dogmáticas. Se ocupó también de asuntos como la embriología, la genética y lo que después se conocería como biología. Maupertuis propugnó la idea de que las primeras formas de vida surgieron por generación espontánea, a partir de azarosas combinaciones de materia inerte, moléculas o gérmenes. A partir de estas formas originarias fenómenos fortuitos de mutación fueron propiciando de forma abrupta la emergencia de nuevas y más complejas formas de vida, las especies que actualmente conocemos. Maupertuis llegó incluso a postular la desaparición de los mutantes deficientes en lo que puede considerarse un antecedente claro del concepto darwiniano de selección natural, idea por otra parte generalmente conocida en su época como mecanismo de preservación de los rasgos específicos de los diferentes seres vivos. Desde una perspectiva materialista y mecanicista, consideraba este filósofo francés que podían encontrarse explicaciones puramente naturalistas para los fenómenos de la vida y que la Naturaleza era demasiado heterogénea para ser el producto de una obra de diseño. Continúe leyendo »

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