Felipe Aizpún
El rechazo del darwinismo
Shapiro deja claro desde la primera página del libro que el objeto de la búsqueda es el proceso emergencia de novedades biológicas, que no es la selección sino la innovación el objeto central de la indagación evolutiva. Sin variaciones y novedades, nos dice, la selección no tiene nada sobre lo que actuar. Desde el inicio manifiesta abiertamente su rechazo al discurso tradicional del neo-darwinismo y niega que la modificación de las formas vivas pueda explicarse como un proceso puramente fortuito, carente de una finalidad intrínseca. Ni el azar ni un accidente pueden ser postulados como justificaciones suficientes del proceso. A Shapiro no le duelen prendas en declarar que la adopción del discurso propio de la ortodoxia tradicional en este sentido tiene un componente ideológico y que aferrarse al mismo es explicable como una posición enfocada a rechazar la presencia de cualquier agente sobrenatural en el proceso tal como desde instancias religiosas se venía postulando en el pasado (pág. 2).
Desafortunadamente el proceso parece haberse invertido y son ahora quienes se aferran al discurso puramente estocástico quienes se alejan de la racionalidad científica al desconocer las conclusiones de las observaciones y evidencias recogidas en las últimas décadas. Las observaciones, nos dice Shapiro (pág. 2) confirman que los procesos de cambio observables son de naturaleza esencialmente adaptativa, responden a influencias ambientales de cambio, se desarrollan según patrones identificables y actividades biológicas específicas. De esta forma, la insistencia en el origen puramente fortuito y no dirigido a resultado funcional alguno procede de compromisos ideológicos; “hace falta mucha fe”, nos llega a decir Shapiro (pág 134), para creer que un proceso de cambio fortuito o accidental en el genoma puede producir las novedades funcionales que son capaces de desarrollar las complejas maquinarias moleculares de las células vivas.
Shapiro nos enfrenta así a una disyuntiva: frente a la propuesta tradicional de un proceso de cambio regido por la acumulación de mutaciones fortuitas, él nos ofrece una alternativa que ha constituido el objeto principal de su actividad profesional en los últimos años: la ingeniería genética natural. Básicamente lo que nos propone es la idea de que los organismos vivos se cambian a sí mismos en procesos estrictamente naturales de acuerdo con patrones de respuesta orientados a una finalidad y sobre la base de una maquinaria molecular específica. En definitiva, la ingeniería genética molecular se supone que describe la capacidad de las células vivientes para manipular y reestructurar las moléculas de ADN que constituyen su propio genoma. Continúe leyendo »
