ago 102012
 

Felipe Aizpún

El modelo esencialista y el DI.

Frente a este modelo frustrado de explicación de la vida y de su evolución surge la propuesta del DI. Se trata de una propuesta que se acomoda plenamente al pensamiento esencialista tradicional. El DI concibe las formas vivas como un entramado intencional de partes y subsistemas que confluyen en la emergencia del organismo como un todo. Nada es ocasional o fortuito, con independencia del modo en que se hayan originado y de la existencia o no de un proceso evolutivo que en todo caso serviría para completar y dar sentido al patrón o diseño previsto y finalmente alcanzado en el proceso. En el discurso del DI los diseños de cada organismo representan la expresión concreta de una idea, de una forma singular. Los trabajos de Wolf-Ekkehard Lönnig sobre la jirafa de cuello largo representan una espléndida muestra de ello; el autor nos describe en su reciente libro al respecto en qué manera la conformación de tan elegante animal exige una modificación exacta y perfectamente orientada a un todo novedoso de una multiplicidad de partes, órganos y sistemas biológicos, a partir de cualquier antecesor en la escala evolutiva que quisiéramos imaginar.

En el modelo del DI la causa formal y la causa final adquieren su más adecuada expresión como justificación de la emergencia de las formas vivas. El DI propone algo tan sencillo y fácil de entender como que las alas de las aves hayan sido diseñadas para volar y el ojo humano lo haya sido para ver. El DI es un modelo perfectamente amigable con todos los conceptos que constituyen el corazón de la filosofía de la Naturaleza tradicional. Pero no solamente eso, considero que los avances científicos más actuales y las elaboraciones sobre tales avances por parte de los autores del DI representan una expresión fantástica de la capacidad de conectar los conocimientos de la ciencia con las intuiciones filosóficas y metafísicas de los autores clásicos a través de la filosofía de la Naturaleza. Continúe leyendo »

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ago 072012
 

Felipe Aizpún

Dos perspectivas filosóficas de la realidad.

Dos modelos filosóficos se disputan las preferencias de nuestra clase intelectual, el que denominaremos modelo clásico y el que nombraremos modelo moderno. El modelo clásico es básicamente esencialista; se sustenta por tanto sobre la convicción de la existencia real de los universales, y defiende la posición metafísica de que todas las cosas de este mundo tienen una esencia o una naturaleza que determina su identidad. La idea de forma sustancial constituye un principio fundamental en el modelo esencialista. Platón, como sabemos, postulaba la existencia real de las formas ideales al margen de los sujetos particulares que no eran sino sombras o reflejos de aquellas formas supremas. El esencialismo clásico, superada esta concepción platónica, se asienta en la idea aristotélica de un realismo moderado, según la cuál las esencias tienen una existencia real pero sólo en los individuos particulares, donde se concretan tanto la forma o arquetipo como la materia que carece igualmente de realidad tangible al margen de los sujetos particulares, ya que en la concepción aristotélica la materia, como sabemos, no es sino un principio causal, una potencia que no se concreta en acto sino a través de las cosas realmente existentes.

El modelo clásico recoge las aportaciones a la filosofía de la Naturaleza de la tradición aristotélica y la escolástica. En especial, incorpora la idea de la distinción entre potencia y acto con la que Aristóteles superó la perplejidad de sus contemporáneos en relación a la idea del movimiento y el cambio en relación al ser, así como el principio de causalidad final, la idea de la forma sustancial y la materia como potencia, la idea de las causas eficientes, la distinción entre causas primeras y segundas, el principio mismo de causalidad posteriormente redefinido como principio de razón suficiente, y en definitiva todo un arsenal de herramientas conceptuales que permitían establecer un puente entre el conocimiento experimental de la realidad y los principios de la metafísica entendida como ciencia del ser en cuanto ser. Continúe leyendo »

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ago 042012
 

Felipe Aizpún

Lo que realmente pensaba Flew.

El profesor Arana nos presenta en su conferencia dos modos diferentes de entender el argumento de diseño o argumento teleológico. Por un lado, el que él considera correcto, supone la inferencia de un propósito en la creación de un cosmos gobernado por leyes y constantes convenientemente ajustadas para permitir la emergencia y el desarrollo de la vida; pero esta emergencia debe de ser considerada como un proceso no intervencionista en el que “las cosas naturales salen de forma natural”. Un segundo modelo, “completamente distinto” según Arana, es el que propugnan los defensores del DI y que implica básicamente que los procesos naturales no pueden explicar suficientemente la emergencia de la vida ni el desarrollo de las formas vivas y que estos eventos exigen una implicación específica de una causa inteligente. Arana declara expresamente que el filósofo Antony Flew (en la imagen) justificó su “conversión” según el primero de los modelos y no según el propio de los autores del DI. Veamos, sin embargo, que es lo que el propio Flew nos dice al respecto; me basaré en mis comentarios en la edición inglesa de “There is a God” de 2007 de Harper One.

Sin duda, es evidente que Flew suscribe plenamente los argumentos cosmológicos y astrofísicos a favor del diseño. Por una parte conviene en que la mera existencia de leyes físicas exige una explicación causal, que las mismas se explicarían mejor como el producto de una mente divina (p.110) y que suponen un problema para el ateísmo porque representan una “voz de racionalidad que se escucha a través de los mecanismos de la materia” (p.111). Las leyes físicas en una concepción esencialista, por el contrario, no serían verdaderas fuerzas causales que actúan sobre una Naturaleza pasiva sino la mera descripción de regularidades observables en objetos que se comportan según su propia naturaleza o esencia. También en este supuesto nos ofrece Flew la argumentación de Richard Swinburne en el sentido de que una agencia divina es la explicación más convincente para dar cuenta de dicha propiedad intrínseca en la multitud de objetos observables que exhiben tal regularidad (p.110). Vaya por delante que Swinburne es una figura cimera de la teología natural del mundo anglosajón y que su libro “The Existence of God” fue considerado por Flew como la argumentación más convincente que él había conocido a favor de la tesis teísta. Swinburne es citado de modo reiterado en el libro de Flew y es fácil adivinar que fue el verdadero guía intelectual en el “peregrinaje de la razón” de Flew. Continúe leyendo »

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ago 012012
 

Felipe Aizpún

De artefactos y entes naturales.

Pero hay otra crítica en el trabajo del profesor Collado que conecta también íntimamente con la exposición de Arana en la conferencia que da origen a esta serie y que merece ser atendida. Se refiere a los trabajos de Michael Behe y a su exposición de las características específicas de la maquinaria molecular puestas de relieve por la microbiología contemporánea, y que incluyen por supuesto sus apreciaciones en torno a la condición de complejidad irreducible de muchos de estos sistemas funcionales. De forma en cierto modo sorprendente Collado califica estas propuestas de Behe como de “abiertamente mecanicistas” y aduce que pretendería explicar todo lo que acontece en base a los elementos componentes de un sistema y sus interacciones según una perspectiva descrita como “bottom-up”.

El artículo de Collado se enmarca en una cierta visión crítica del DI y más concretamente de los argumentos tradicionales de diseño al estilo de Paley que nos ofrece habitualmente un destacado filósofo tomista norteamericano, Edward Feser (en la imagen), autor de libros que han alcanzado un cierto reconocimiento como “Aquinas” o “The last superstition”. Vaya por delante que sus opiniones han encontrado amplia
respuesta en otros autores también tomistas y convencidos proponentes del DI como Jay Richards, Vincent Torley o Thomas Cudworth. Aunque ambas críticas (la de Feser y la de Collado) descansan sobre el carácter maquinístico de los artefactos moleculares y la composición del todo por sus partes en las formas vivas, las matizaciones de uno y otro son importantes por lo que requieren comentarios separados. Continúe leyendo »

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