Biología Revolucionaria – Jonathan Wells

Jonathan Wells

No es de extrañar que por miles de años las personas pensaran que el sol y las estrellas giran alrededor de la tierra.  Lo vemos con nuestros propios ojos todos los días y todas las noches. Sin embargo, en 1543 Nicolás Copérnico propuso que la tierra giraba alrededor del sol, con lo cual revolucionó la concepción del sistema solar y del universo. Un siglo y medio después, Isaac Newton propuso las leyes del movimiento y la gravitación para explicar el comportamiento de todo cuerpo material- no sólo en la Tierra sino también en el espacio exterior- en términos de partículas (masa) y fuerza.

A medida que los telescopios mejoraron y los astrónomos aprendieron más acerca de otros planetas y de las estrellas, resultó claro que la Tierra -en términos espaciales- es sólo una parte infinitesimal del Universo. Por tanto, no genera sorpresa que ahora los científicos tiendan a considerar al Universo como la más general manifestación de las leyes naturales, y a la vida en la tierra como un caso especial. En particular, los biólogos más modernos tienden a analizar a los seres vivos como casos especiales (aunque muy complejos) de las leyes generales que describen todos los fenómenos en términos de partículas materiales y fuerza.

Gráfico 1. Copernicus, De revolutionibus orbium coelestium (1543)

Este enfoque mecanicista de los seres vivos encaja muy bien en la “metáfora de la máquina” propuesta por René Descartes en el siglo XVII, según la cual los cuerpos de los animales son máquinas compuestas de máquinas más pequeñas. Esta metáfora aún domina en gran medida la biología moderna. En 1998 Bruce Alberts, Presidente de la Academia Nacional de Ciencias en los Estados Unidos (en inglés, U.S. National Academy of Sciences), escribió en la prestigiosa revista Cell que “toda la célula puede ser vista como una fábrica que contiene una compleja red de líneas entrelazadas de ensamblaje, cada una de las cuales está compuesta de una serie de largas máquinas proteícas”. Este mismo tema de la publicación de Cell se trata en artículos relacionados con “máquinas remodeladoras de la cromatina”, “máquinas chaperonas” y “máquinas dentro de máquinas”. Un artículo fue titulado “Dispositivos Mecánicos del espliceosoma: motores, relojes, resortes, y cosas” (en inglés Mechanical Devices of the Spliceosome: Motors, Clocks, Springs, and Things.).

Darwin y el diseño

Además de trabajar en el marco de la metáfora de la máquina, la mayoría de los biólogos también trabajan dentro del contexto de la teoría de la evolución de Charles Darwin. De acuerdo con Darwin, todos los seres vivientes son descendientes de unos o de unos pocos ancestros que han sido modificados por procesos no guiados, como lo son las variaciones y la selección natural. Adaptaciones que previamente los biólogos habían atribuido al diseño, de acuerdo con Darwin, fueron productos de la selección natural, la cual opera sin previsión ni propósito. En el 2007, Francisco Ayala escribió que “la contribución más grande de Darwin a la ciencia” fue “la de explicar el diseño de los organismos, su complejidad, y sus magníficos artilugios, como resultado de procesos naturales”, sin la intervención de inteligencia alguna.

Pero Darwin no conocía el mecanismo de herencia o el origen de las novedosas variaciones, por lo cual su teoría fue seriamente incompleta. Después de los años 1900, la genética mendeliana pareció remediar la primera deficiencia, y después del año 1953, las mutaciones del ADN parecieron remediar la segunda. La Síntesis Moderna resultante combinó la teoría darwiniana con la idea de que el desarrollo de los organismos es controlado por un programa genético escrito en secuencias del ADN, y que las mutaciones del ADN pueden cambiar dicho programa, con el fin de generar las materias primas necesarias en la evolución.

De acuerdo con el biólogo molecular Jacques Monod, “con eso, y el conocimiento de las mutaciones físicas aleatorias que la biología molecular también ha proporcionado, el mecanismo del Darwinismo tiene por lo menos fundamentos sólidos. El hombre tiene que entender que es un simple accidente.” (citado en el libro de Horace Freeland Judson en 1979, llamado El Octavo Día de la Creación, página 217).

Por tanto, en el contexto de la evolución de Darwin y de la biología molecular, muchos biólogos tienen a considerar a los organismos vivos como una máquina especial- como lo es un computador, en el cual las secuencias de ADN son el software. Como Bill Gates lo expresó en 1995, “el ADN es como un programa informático, pero de lejos mucho más avanzado que cualquier otro software creado”. Tanto en la literatura popular como técnica, frases como “programa genético” y “prototipo del ADN” se han convertido en expresiones muy habituales. Francis Collins, director del Proyecto Genoma Humano (en inglés Human Genome Project) escribió en el 2006 en su libro El lenguaje de Dios (en inglés The Language of God) que “el ADN es un maravilloso guión que contiene todas las instrucciones para la creación del ser humano” (página 2).

Sin embargo, combinar la teoría de la evolución de Darwin con la noción de un programa genético conduce a una paradoja. Los computadores y los programas informáticos (como máquinas en general) son creados por agentes inteligentes, en concreto seres humanos. Como era de esperar, los proponentes del diseño inteligente (DI) han argumentado que una máquina así como las características  del tipo códigos de los seres vivos apuntan a la idea de diseño que la teoría de la evolución de Darwin intenta excluir. De esta manera, Michael Behe señala a una máquina molecular, el flagelo bacteriano, que no puede funcionar a menos que todas las partes estén en su lugar – una característica del DI. De igual manera, Stephen Meyer señala que las secuencias del ADN son tan complejas y altamente específicas, que no pueden surgir aleatoriamente, sino que apuntan a la existencia de un diseñador inteligente.

De acuerdo con Massimo Pigliucci y Maarten Boudry, filósofos pro evolución, “los creacionistas y sus sucesores modernos del movimiento del DI, han estado ansiosos por explotar las metáforas mecánicas para sus propios intereses”. De esta manera, “si queremos mantener el diseño inteligente fuera de las aulas de clase, no solo tenemos que excluir esta “teoría” del plan curricular de biología, sino también deberíamos alejarnos de utilizar metáforas científicas que apoyan conceptos erróneos de diseño en los seres vivos”. Pigliucci y Boudry concluyen que “dado que las metáforas de máquinas/información han apoyado la idea de creacionismo y diseño inteligente, e impulsado intuiciones de diseño y otras ideas erróneas acerca de sistemas vivientes, consideramos que es tiempo de desecharlas a todas juntas”.

Pero hay mejores razones para prescindir de la metáfora de la máquina (y Pigliucci y Boudry mencionaron algunas de ellas). Aunque el enfoque mecanicista ha cosechado buenos frutos en la investigación científica, la verdad es que los seres vivos son bien diferentes a las máquinas.

El fin de la metáfora de la máquina

Un siglo después de que la imagen mecánica del universo de Newton capturara la imaginación científica, el filósofo Inmanuel Kant señaló que los seres vivos -a los cuales él llamó seres organizados- no pueden ser entendidos por medio de la mecánica (o mecanísticamente). Una máquina es organizada desde fuera hacia adentro por un agente externo, pero un ser vivo se organiza a sí mismo desde dentro hacia fuera. “Un ser organizado no es una simple máquina, porque esta tiene simplemente poder de movimiento, sino que posee en sí mismo poder formativo de auto propagación que se comunica con sus elementos, aunque éstos no tengan el poder formativo en sí mismos; el poder formativo es el que los organiza”. Entonces los organismos no pueden ser entendidos por analogía a ninguna causa natural conocida. Por el contrario, debemos concebirlos como seres que tienen “finalidad intrínseca”. En un ser organizado, “cada parte es recíprocamente fin y medio. En él nada en vano, sin propósito, o puede ser atribuido a un mecanismo ciego de la naturaleza”.

De acuerdo con Kant, la idea de que los organismos son internamente orientados a fines es un “principio regulador” que gobierna nuestro pensamiento. Con el fin de entender a los organismos de manera apropiada, no podemos dejar de pensar en ellos en términos de propósito y diseño (un biólogo moderno, pese a Darwin, habla habitualmente de los organismos en esos mismos términos). Pero Kant no afirmó que su descripción aplicaba al verdadero “ser en sí mismo”, lo cual para él era algo desconocido – una posición filosófica que ha sido influyente pero controvertida-. El punto importante aquí es que él reconoció que los organismos no podían ser entendidos como máquinas.

Hay una creciente crítica de la metáfora de la máquina entre los biólogos y filósofos en biología. Según Keith Baverstock, “una rápida acumulación de evidencias representa un desafío para los dogmas del gen-centrismo que dominan la teoría de la evolución y la regulación celular, los cuales han sido expuestos en la metáfora de la máquina”. Daniel Nicholson escribe que “a pesar de algunas similitudes, los organismos y las máquinas son fundamentalmente tipos de sistemas diferentes… los primeros son intrínsecamente teleológicos mientras que los últimos son extrínsecamente teleológicos” De esta manera, la metáfora de la máquina “no provee un apropiado entendimiento teórico de lo que son los sistemas vivos”. De acuerdo con Ann Gauger, “la metáfora de la máquina fracasa”, en parte porque los organismos son “seres causales de manera circular”. No sólo nuevas células requieren de la existencia de otras células, sino que también en muchos casos el itinerario biosintético de una molécula requiere de la misma molécula que está siendo sintetizada. Stephen Talbott califica francamente a la negativa de la biología a rechazar la metáfora de la máquina como “un error inexcusable” que “se ha apoderado de la comunidad científica durante décadas, distorsionando severamente el conocimiento biológico.”

Biología revolucionaria

Para superar las limitaciones del enfoque mecanicista de los seres vivos, Nicolas Rashevsky desarrolló lo que denominó “biología relacional” en el año 1950. En lugar de empezar a analizar los componentes moleculares de una célula, Rashevsky se enfocó en la organización de las relaciones en la célula. Robert Rosen, estudiante de Rashevsky, desarrolló la biología relacional con la ayuda de “la teoría de las categorías”, una aproximación matemática introducida en los años 1940 por Samuel Eilenberg y Saunders MacLane. La biología relacional ha seguido siendo desarrollada por Ion Baianu, Andrée Ehresmann y Jean-Paul Vanbremeersch, Paul Kainen, Aloisius Louie, y Richard Sternberg.

De acuerdo con Rosen, la biología relacional es revolucionaria porque describe a los seres vivos en términos de leyes que no se encuentran en el universo inanimado. El organismo ya no es un caso especial de las leyes universales de la naturaleza; por el contrario, el organismo es el caso general y el universo inanimado es el caso especial, porque este último encarna sólo un subconjunto de leyes que aplican a los seres vivos. Como Rosen sostiene:

“Los organismos, lejos de ser un caso especial, es decir, una personificación de los principios o leyes más generales que creemos conocer, son una muestra de que dichas leyes están profundamente incompletas. El universo descrito por estas leyes es uno extremadamente empobrecido y no genérico… En resumen, lejos de ser un caso especial de esas leyes, y reducible a ellas, la biología provee los ejemplos más espectaculares de su insuficiencia. La alternativa es… una visión más genérica del mismo mundo científico, en el cual son las leyes mecanicistas las que son los casos especiales”.

[Essays on Life Itself (Libro Ensayos de la vida misma) pp. 33-34].

¿Esto significa que ahora entendemos la vida? Claro que no, no más de lo que entendíamos el universo después del año 1543. Pero el cambio radical en la perspectiva provista por la biología relacional -como el cambio en la perspectiva provista por Copérnico- por lo menos abre la puerta a una exploración más provechosa.

¿Dónde deja esto al Diseño Inteligente? Sano y salvo.

En su reciente publicación “Being As Communion: A Metaphysics of Information” William Dembski define al Diseño Inteligente como el “estudio de patrones (de ahí la palabra diseño) en la Naturaleza que dan evidencia empírica del resultado de la teleología (de ahí la palabra inteligencia).” (p. 58) Pero esta definición no limita al DI a rastrear la teleología hacia un agente externo.

Para Aristóteles, “diseño” era un principio de movimiento en algo diferente al ser que se movía, mientras que “naturaleza” se refería a “un principio en el ser mismo”. Pero para Aristóteles el “principio” en cada caso era teleológico, luego él estaba distinguiendo entre la teleología interna y externa.

El materialismo estropea la naturaleza de la teleología interna y trata a los organismos como máquinas, dejando sólo a la teleología externa. Para Dembski, el Diseño Inteligente no está limitado a la teleología externa, sino que también (como la metafísica de Aristóteles) abarca la teleología interna. Cuando los defensores del Diseño Inteligente observan la vida desde el enfoque mecanicista, lo hacen como “una medida temporal, como parte de un argumento de reducción al absurdo [reductio ad absurdum] para refutar el materialismo. Sin embargo, una vez el materialismo es refutado, el Diseño Inteligente es capaz de dejar atrás la concepción mecanística de la vida, viéndola como realmente es.” (p. 62)

Y para Dembski, la vida -de hecho, todo el cosmos- es fundamentalmente informativo. Él define información como el reconocer algunas posibilidades al descartar otras. Dado que la materia sólo existe en la forma de objetos materiales -eso es, como realizaciones particulares de muchas posibilidades- la información ontológicamente antecede a la materia. De esta manera, “la información debería ser considerada como el primer ente y objeto de la ciencia, desplazando a la materia de su actual posición de supremacía. Los materialistas ven el mundo natural como materia todo el tiempo. Los realistas de la información ven el mundo natural como información todo el tiempo.” (p. 91)

¿Cuál es la fuente de información en la Naturaleza? La teoría de la evolución de Darwin la atribuye a la selección natural, pero Dembski demuestra que la selección natural es realmente “un redistribuidor de información en lugar del generador o creador de la información… Sobre los principios del materialismo, la inteligencia no es real sino un epifenómeno de procesos materiales subyacentes. Pero si la inteligencia es real y tiene inherentes poderes causales, también puede hacer más que simplemente redistribuir información -también podría crearla.” (p. 185) De hecho, “la definición característica de inteligencia es su habilidad de crear información.” (pp. 186, 187)

Adicionalmente, Dembski escribe, “dado que la información es producida en la medida en que algunos eventos se realizan para excluir otros, la información es fundamentalmente relacional: las posibilidades asociadas con la información sólo existen en relación a otras posibilidades.” (p. 29) De esta manera, “el realismo informático… es ontología relacional.” (p. 197) Como la biología relacional, el realismo informativo respecto a las relaciones entre objetos es más fundamental que el de los objetos mismos.

El realismo de la información y la biología relacional, a diferencia de la metáfora de la máquina y de la evolución materialísta, pueden conceptualizar a los organismos como realmente son. En lugar de biología evolucionista, ahora tenemos biología revolucionaria.

Publicado en EvolutionNews en Octubre de 2014

Traducido por Nathali Cardozo Alvarado

Una Respuesta en Biología Revolucionaria – Jonathan Wells

  1. ¿Qué es la vida…? Para mí es una tecnología. Todos los seres vivos estamos construídos con unos mismos fundamentos: la célula, las membranas, el ADN, la nutrición, la reproducción, la muerte…

    Lo curioso es que “tecnología” es aparentemente un concepto humano, animal si se quiere, en definitiva es algo que parece que nosotros hemos inventado y que a su vez nos explica. Esto no se sostiene.

    La tecnología debe ser pues algo preexistente. Nosotros la percibimos y creemos que la hemos inventado, pero no. Hay tecnología en los ríos, en la gravedad, en la luz, en la química, y, finalmente, en la vida y en la inteligencia.

    Me gusta más hablar de tecnología que simplemente de información, porque tecnología es información operativa.

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