Felipe Aizpún
Quiero volver a señalar algo que no me cansaré de repetir. Shapiro mantiene de manera uniforme y permanente en su discurso la ficción de que todos los estudios realizados pueden ser indistintamente interpretados o extrapolados al ámbito de la biología evolutiva y que todo mecanismo que sirve para explicar un cambio de naturaleza adaptativa sirve igualmente para justificar o documentar la naturaleza y el histórico del proceso macroevolutivo de las formas vivas. Es importante señalar que no hay ni un solo dato, ni una sola observación ni estudio que permita dicha extrapolación. Nadie ha pillado nunca a “la evolución” con las manos en la masa. Las propias palabras de Shapiro sirven de justificación a mi aviso cuando en la pág. 56 dice que:
“Si las células pueden integrar procesos de reestructuración de su genoma para servir a necesidades de adaptación en sus ciclos de vida ordinaria, no hay base científica para argumentar que las células no puedan usar igualmente estas mismas capacidades funcionales para producir novedades evolutivas significativas”.
Lo que tales palabras significan también es sencillamente que no hay base científica para afirmar que conocemos o que hayamos observado los mecanismos de transformación de unas formas vivas en otras; si no que simplemente nos permitimos intuirlos o aventurarlos, como una extrapolación puramente especulativa. Es decir, se trata de una especulación que, y eso es cierto, no puede ser rechazada a priori; pero no de un dato científico del que se puedan extraer conclusiones inequívocas. Lo importante aquí es señalar que la extrapolación de lo micro a lo macro tiene como objetivo fundamental salvaguardar el carácter estrictamente “natural” del hecho evolutivo ya que todo lo que ocurre según mecanismos observables debe ser tenido por “natural” y por definición (se nos dice) por algo que no precisa una explicación de carácter sobrenatural.
El problema para Shapiro es que esta extrapolación y sus consecuencias filosóficas resultaban más verosímiles en los tiempos del darwinismo que en la actualidad. Darwin basaba su especulación en el hecho cierto de la existencia de variaciones sobrevenidas a los seres vivos en el proceso de reproducción, algo perfectamente observable y verificable como un evento “natural” y que, efectivamente, puede ser entendido como un evento no guiado a finalidad específica alguna. Afirmar que tales eventos podrían acumularse para provocar la emergencia de todo tipo de novedades biológicas suponía consagrar indiscutiblemente el carácter estrictamente natural de la evolución. Es preciso recordar que hablar del carácter natural de un evento implica estrictamente describir tal evento como una ocurrencia respetuosa con las leyes del cosmos y la Naturaleza. Es decir, nos enfrentamos a un proceso que no precisa explicación trascendente o sobrenatural de ningún tipo. En un escenario perfectamente naturalista la existencia de cualquier ente sobrenatural se nos discute como superflua, asumiendo, claro está, la naturaleza auto-contenida del cosmos.
El problema con el escenario darwinista es que es, como explica el propio Shapiro, desde el punto de vista del conocimiento científico actual, obviamente falso (“plainly wrong”, pág 128). Y añade:
“muy poca evidencia se ajusta a la teoría de que la evolución se produce por la gradual acumulación de numerosas y sucesivas pequeñas modificaciones. Por el contrario, existe una evidencia clara a favor de eventos bruscos y específicos a todos los niveles de organización del genoma.”
En el escenario de Shapiro, la cosa, sin embargo, se complica. Por una parte porque se hacen necesarios no uno, sino dos actos de fe. El primero, que los cambios dirigidos a fines específicos y realizados por complejas estructuras moleculares funcionales actuando coordinadamente según la metáfora de la ingeniería natural, no precisan de ningún input inteligente o racional. El segundo, que además tales procesos observables en respuestas adaptativas al entorno, son exactamente los mismos eventos que han dado paso a la emergencia de complicadas novedades morfológicas. Y es que, lo que hace que el discurso de Shapiro termine por ser ininteligible y contradictorio, es la imprescindible e inevitable perspectiva teleológica introducida por él en el modelo. En una correspondencia mantenida hace algún tiempo entre Shapiro y William Dembski, éste le preguntaba por el origen y explicación de la emergencia de la complicada maquinaria que lleva a cabo en la célula la ingeniería molecular descrita por el primero. Shapiro respondió que su origen nos es desconocido, como lo es el origen de las primeras formas vivas. De acuerdo, pero entonces, si el origen nos es desconocido, difícilmente podemos exigir que se acepte, como un prejuicio, que tal origen ha de ser necesariamente ajustable a un discurso naturalista. Una maquinaria específica que sirve a un proceso claramente orientado teleológicamente no puede haber emergido por causas puramente fortuitas y carentes de finalidad o propósito. La teleología inmanente observable en los seres vivos y reconocible en los procesos de modificación y respuesta de dichos organismos a los cambios ambientales exige una explicación en una causalidad intencional.
Pero hay más, si los procesos de ingeniería molecular están orientados a la preservación del ser, a la reproducción, proliferación y supervivencia de los organismos, y tal como se ha puesto de manifiesto gracias a la investigación científica, muchos (como el especialmente reseñado por Shapiro del sistema inmune) tienden a defender la naturaleza del organismo en cuestión, y en otros casos a reparar y subsanar errores de transcripción en el genoma, entonces es evidente que dichos mecanismos presentan una funcionalidad y una finalidad estrictamente anti-evolutiva. Son procesos orientados a la conservación de la forma sustancial de los organismos vivos y eso es exactamente lo contrario de lo que describiría un proceso evolutivo.
Si los mecanismos de ingeniería molecular están orientados, en sus respuestas adaptativas observables, a la conservación de las formas vivas entonces no es evidente que idénticos procesos sean los causantes de la transformación de los organismos en nuevas formas esencialmente diferentes de las antecesoras. La orientación finalista de tales mecanismos, que Shapiro defiende con ardor, supone que tales mecanismos están destinados a preservar al organismo en el ser, pero no de cualquier forma, sino específicamente en su esencia y forma sustancial actual; son mecanismos orientados a la preservación de su específica naturaleza biológica. Eso implica que los mecanismos de cambio en el genoma detectados no tienen por qué ser los mecanismos del proceso evolutivo y que seguimos desconociendo por completo los mecanismos de la evolución como proceso de emergencia de novedades morfológicas y funcionales (no estrictamente adaptativas). Por lo tanto, carecemos totalmente de base científica suficiente para pretender describir tal proceso como un proceso estrictamente natural.
De nuevo tropezamos aquí con la esencia del evento evolutivo. El propio Shapiro, llamativamente, utiliza de forma permanente a lo largo de su libro la expresión “evolutionary inventions”, y ello, le guste o no, acarrea engorrosas consecuencias. En efecto, según el Oxford Dictionary una “invention” es la resultante de la acción de inventar: “to invent”. El problema es que “invent” es un verbo transitivo (with object) que significa concretamente “create or design something thas has not existed before”. Nada menos, por lo tanto, que crear o diseñar algo de novo, terribles sustantivos para un naturalista filosófico comprometido como Shapiro. Además, el verbo transitivo exige un sujeto agente del acto de crear o diseñar, no puede un organismo vivo inventarse a sí mismo. No podemos convertir tampoco a un ente abstracto como “la evolución” en el agente creador. La evolución no existe salvo como abstracción de un conjunto de eventos o, si se quiere, como conjunto de resultados de los procesos evolutivos. Como concepto abstracto que es no podemos atribuirle capacidades de causación en relación al mundo físico.
El problema principal que impide, en todo caso, poder concluir la extrapolación comentada es nuestro desconocimiento real sobre la naturaleza del evento evolutivo, algo sobre lo que no podemos sino aventurar hipótesis especulativas. Es importante que reconozcamos que cualquier especulación al respecto debería descansar necesariamente en un conocimiento profundo de los procesos biológicos que constituyen la esencia del ser de cada organismo vivo y en concreto el proceso de desarrollo embrionario u ontogénesis que permite la conformación de cada organismo vivo a partir del zigoto correspondiente. Cabe preguntarse ¿qué sabemos en realidad de estos procesos? Poca cosa. Shapiro en la pág 118 de su libro no duda en calificarlo por dos veces de “programa” (“organismal developmental programs” y “morphogenetic programs”). Y es que como decíamos en otra ocasión, el problema es que las carga el diablo, ya que un programa, también según el Oxford Dictionary es un conjunto de instrucciones encriptadas para el control de una maquina, quizás en este caso, más apropiadamente de un proceso. Para complicar más la cosa el propio Shapiro nos hace un recuento minucioso de cómo procesos de ingeniería y maquinaria molecular participan integrados en distintos programas morfogenéticos, de tal manera que, en sus propias palabras, “no es la maquinaria molecular por sí misma la que determina la forma” (pág 118).
Por el contrario, continúa el autor, la forma es el resultado de la acción de gobierno sobre los complejos de genes Hox, circuitos de señalización celular y otras “invenciones” evolutivas y cómo todos ellos son “movilizados” en cada etapa del proceso de desarrollo pluricelular. Y termina: “Actualmente nuestro conocimiento de los principios básicos que gobiernan el control formativo es enormemente limitado y ciertamente merece ser un sujeto principal de las investigaciones del siglo XXI” Además, en pág 128 reconoce también que existen importantes lagunas en nuestro conocimiento “de lo que constituye los principios fundamentales de la vida”. Como es fácilmente comprensible, si ni siquiera conocemos los secretos íntimos de la vida ni estamos cerca de entender los procesos de morfogénesis que a diario se desarrollan bajo nuestros ojos, difícilmente podemos pretender afirmar con un mínimo de certeza que podemos ofrecer una explicación convincente sobre el origen de tan complejos programas y sobre la forma en que, en un pasado remoto, fuera del alcance de nuestra capacidad de observación, emergieron a la realidad.
Estas consideraciones vienen a invalidar los esfuerzos desarrollados por el autor en las págs. 108 a 116 en el sentido de respaldar su hipótesis de que los procesos de ingeniería genética natural pueden ofrecérsenos como respuesta al enigma de la evolución porque tales mecanismos tiene la capacidad virtual de producir, mediante transposiciones de elementos móviles del genoma, la creación de nuevos exones codificadores de nuevas proteínas o desencadenantes de nuevas funciones biológicas. Este acercamiento excesivamente reduccionista difícilmente puede ser una justificación de la emergencia de la forma biológica novedosa mientras perdure nuestro desconocimiento en torno a los procesos fundamentales de la vida y los programas de desarrollo embrionario.

“Es preciso recordar que hablar del carácter natural de un evento implica estrictamente describir tal evento como una ocurrencia respetuosa con las leyes del cosmos y la Naturaleza. Es decir, nos enfrentamos a un proceso que no precisa explicación trascendente o sobrenatural de ningún tipo. En un escenario perfectamente naturalista la existencia de cualquier ente sobrenatural se nos discute como superflua, asumiendo, claro está, la naturaleza auto-contenida del cosmos.”
Creo que este argumento presentado por los naturalistas carece de contenido serio, porque ya que las leyes existen con un valor específico para que las cosas funcionen, me parece que eso ahí ya es teleología. Aparte no creo que las leyes de por sí puedan traer una novedad de algo, ejemplo: En porogramación digamos en lenguaje php, tiene sus leyes de sintaxis y demás, pero las leyes por si solas no hacen un programa sino entra un ente inteligente que diseñe algo en base a esas leyes también, aparte esas leyes también son el resultado de un ente racional. Puse como ejemplo la programación ya que nuestras células tienen una programación infinitamente superior a cualquier lenguaje hecho por el hombre.
EXCELENTE
Felipe, todo lo que te he leído que propone Shapiro suena a neolamarquismo 100%. Los cambios en el entorno actuando como generadores de cambios en el genoma, y por tanto heredables. Algo que parecía lógico pero que chocaba con ese carácter de sólo lectura del ADN que hoy parece superado.
Por tanto, Shapiro reniega de Darwin e inconscientemente abraza el ID, identificando al diseñador con la mismísima célula, nada menos, con lo que hace una síntesis del lamarquismo, el ID y el panteismo: la sustancia inteligente, llamémosla Dios si queremos, inunda toda la materia. La materia, la célula, es Dios, y por tanto es inteligente y puede diseñar y rediseñarse a sí misma, es decir, evolucionar.
Suena a poco científico pero es 100% consistente: ¿Por qué evolucionan las células (y sus aglomerados, los seres vivos)? Porque pueden, ya que son una materialización de la inteligencia divina.
Que el diseñador no esté fuera de la vida, sino dentro, es algo mucho más tangible que todo el cacao mental de Dembski que no lleva a ninguna parte. Una vez más, buscábamos fuera lo que teníamos dentro de nuesta propia casa.
Propongo añadir una nueva i a nuestras siglas: IID (internal intelligent design).
Saludos
Juanfran
el problema de la vuelta al Lamarckismo es muy interesante y hay mucha literatura reciente que lo aborda.
Sin embargo yo veo una dificultad. Los ejemplos como los que cita Shapiro están siempre dentro del marco de respuestas adaptativas a cambios en el entorno orientadas a la permanencia en el ser y la supervivencia.
Pero este tipo de episodios no explican la emergencia de formas biológicas novedosas, de planes corporales, de estructuras funcionales biológicas nuevas como pretendía Lamarck. Para Lamarck, todo el proceso evolutivo, y en especial la aparición de las novedades biológicas debería de poder explicarse como la transmisión de modificaciones adquiridas en el fenotipo directamente y transmisibles por herencia.
En cuanto a la “Inteligencia” que buscamos, creo que podemos encontrar internamente huellas de inteligencia, información, programas biológicos encriptados en secuencias moleculares, pero no tanto la fuente inteligente que las haya producido.
un cordial saludo