Por Felipe Aizpún
En nuestros días el profesor David L. Abel ha desarrollado una amplia literatura para explicar el imprescindible entramado de naturaleza cibernética que subyace en la organización funcional del más simple de los organismos vivos. La cibernética es una teoría de la comunicación, o también una teoría del control y funcionamiento de los sistemas. La cibernética nos describe y racionaliza los procesos de control que, mediante algoritmos, permiten la disposición funcional de las partes de un sistema y la recepción de información desde el entorno que, pudiendo afectar a su funcionamiento, prescribe la necesidad de medidas correctoras y de adaptación. Control, comunicación y retroalimentación, son algunos de los conceptos esenciales sobre los que se proyecta la cibernética como ciencia. En definición de Gregory Bateson la cibernética es la rama de las matemáticas que se encarga de los problemas de control, recursividad e información.
La cibernética por supuesto es un concepto que nace (como tantos otros) en los albores de la filosofía clásica para designar el arte de gobernar una nave, si bien Platón lo hizo extensivo en alguno de sus escritos al arte del gobierno de las personas. Modernamente es a partir de mediados del pasado siglo cuando, de la mano de Norbert Wiener, renace esta disciplina como una teoría para “desarrollar un lenguaje y técnicas que nos permitirán abordar el problema del control y la comunicación en general”. La cibernética es la disciplina o el sistema analítico subyacente al desarrollo de la informática moderna que permite la regulación sistemática, intencional y finalista de los artefactos creados por la inteligencia racional del ser humano al servicio de un propósito funcional. Los algoritmos rectores de dichos sistemas se establecen mediante la elección específica, en nudos decisorios, de las opciones concretas que permiten encauzar las fuerzas naturales hacia la consecución de una pretendida utilidad.
La cibernética de los seres vivos es una perspectiva tan evidente y reconocida como soslayada y ninguneada por los propagandistas del neo-darwinismo. No es de extrañar ya que plantea interrogantes de muy difícil respuesta en el seno del paradigma dominante. Ya desde el comienzo de sus trabajos Weiner consideraba evidente que hablar de control y comunicación resultaba igualmente oportuno tanto si nos encontrábamos frente a un artilugio construido por el ser humano como si analizábamos el funcionamiento de un organismo vivo. De hecho se ha venido dando por sentado que la cibernética de los seres vivos es un proceso “natural”; puesto que los seres vivos lo exhiben, lo tomaremos por algo dado que no precisa explicación ulterior tal como el prejuicio filosófico naturalista preconiza. A partir de ahí, el desarrollo de la cibernética y sus aplicaciones por parte del ser humano deberá considerarse como un remedo de lo observable en la Naturaleza sin que eso nos autorice a encontrar en la Naturaleza huellas de una acción inteligente. Tal es el compromiso materialista que se nos impone. Continúa leyendo »

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